sábado, 23 de mayo de 2020

Exclusiones invisibles.

Leo una nota de Daniel Link en Perfil, y un post de Facebook sobre las dificultades de la enseñanza virtual en el nivel universitario.

Me pregunto cuánto de estos reclamos se deben a lo visible de las exclusiones. Es fácil identificar la falta de una computadora o de una conexión a internet. Es más difícil identificar las complicaciones de viajar dos horas de ida y dos horas de vuelta para ir a cursar. El reclamo de quien no tiene computadora lo vemos: se las ingenia para mandar un mail, o para transmitirlo. El reclamo de quien no tiene tiempo es invisible.

Y la falta de dispositivos con acceso a internet es más fácil de solucionar que la falta de tiempo. En 2011 yo me peleaba en Forofyl y sostenía que era más razonable reclamar que el Estado repartiera kindles (o, mejor, plata), en vez de reclamar por el boleto estudiantil. Las fotocopias son más caras que el transporte.

La enseñanza virtual tiene chances de ser mucho más inclusiva que la enseñanza presencial. La gente que hace tutoriales en Youtube, ya sean cocineros, trombonistas o lanzadores de jabalina, es vanguardia en ese sentido. Si nuestra sociedad tiene especialistas en enseñar que no saben hacerlo igual de bien que quienes lo hacen gratis, entonces tan especialistas no son.

viernes, 24 de junio de 2011

La agonía del agonismo

Resulta que anduve leyendo En torno a lo político, el libro de Chantal Mouffe que habrá salido a mediados de la década del '00 y que una amiga muy querida me regaló hace un par de cumpleaños. Y resulta que ando con ganas de escribir un paper (cosa que nunca hice, pero supongo que algún día me tocará empezar) que lleve por título "Eating the cake and having it". Claro que los círculos en los que se lee a Mouffe (y a su marido que trabaja en Essex) pueden mirar con malos ojos un título en inglés, así que por ahora me conformo el equivalente argentino de la idea original: "La chancha y los veinte".

¿A qué viene todo esto? Bueno, miren lo que escribe Chantal (nombre que, en su decente libro El Leviatán azul, Marcelo Saín fue incapaz de reconocer como perteneciente a una mujer, lo que lo lleva a referirse a ella en más de una ocasión como "el autor", "el politólogo"):

"Lo que está en juego en la lucha agonista (...) es la configuración misma de las relaciones de poder en torno a las cuales se estructura una determinada sociedad: es una lucha entre proyectos hegemónicos opuestos que nunca pueden reconciliarse de un modo racional. La dimensión antagónica está siempre presente, es una confrontación real, pero que se desarrolla bajo condiciones reguladas por un conjunto de procedimientos democráticos aceptados por los adversarios" (p. 28)

En un solo párrafo sintetiza la contradicción que atraviesa todo el libro, y de la que ella parece no darse cuenta. ¿En qué quedamos? ¿Están en juego las relaciones de poder o hay procedimientos democráticos aceptados? ¿Qué clase de "agonismo" se puede sostener si para eso hay que presuponer el consenso sobre las instituciones fundamentales? Aún más: ¿en qué se diferencia esta propuesta de Mouffe de propuestas como las de Rawls o Habermas, que proponen canalizar las diferencias a partir de instituciones consensuadas?
Enojada con Rawls o Habermas, Mouffe probablemente diría que las instituciones que ellos proclaman como resultado de un consenso ideal no son más que relaciones de poder cristalizadas. Ok, démosle la razón. Pero entonces, ¿qué clase de primacía tienen los procedimientos democráticos que la propia Mouffe considera condición de posibilidad del "agonismo"? Si las instituciones democráticas son resultado de relaciones de poder, como cualquier otra institución, ¿por qué tenemos que aceptarlas como el modo preferible de encauzar los antagonismos?

Mouffe no puede decir que una concepción "agonista" de la política puede poner en cuestión las relaciones de poder vigentes (cualesquiera sean, según se desprende de su texto) y al mismo tiempo que esa concepción exige instituciones democráticas. Si todas las instituciones no son más que resultados de configuraciones hegemónicas, entonces no hay motivos para preferir unas por sobre otras. (Desde el marxismo, Norman Geras ya les dijo esto a Laclau y Mouffe en el ochenta y pico, en un texto explosivo publicado en New Left Review titulado sencillamente "Post-Marxism?", cuyo pdf se puede conseguir en esta página. Laclau y Mouffe contestaron, y Geras re-replicó. Para quien haya leído Hegemonía y estrategia socialista, la polémica es imperdible).

Retomando: al no dar cuenta de por qué optar por instituciones democráticas (cosa a la que rawlsianos y habermasianos han dedicado enormes esfuerzos), Mouffe se queda sin herramientas críticas ante esas mismas instituciones. Nunca queda claro por qué Mouffe (como Laclau) reivindica el legado liberal ni los avances democráticos de la Revolución Francesa. "Es la hegemonía, estúpidos" es una respuesta que a algunos nos deja insatisfechos.